En un
contexto donde priman aspectos más cercanos a la tecnología y dónde las
conversaciones giran en torno a la transformación digital, big data, realidad
virtual, e-commerce, automatización de procesos, inbound marketing, social
media, y un largo etc... de simbología digital y tecnológica, es cuando más se
pone en valor al consumidor, al comprador, al individuo, es decir a la persona.
En el 2013
se produjo un hecho histórico y es que la AMA introdujo por primera vez la
palabra sociedad en su definición de marketing. Un hecho más que relevante ya
que ponía en consideración lo que muchos revelamos desde hace algunos años, no
estamos hablando de un nuevo consumidor sino de un nuevo modelo relacional.
Un modelo
donde se pasaba del monólogo al diálogo y de pensar en clientes a pensar en
personas. Un modelo con 3 grandes ejes; la empresa, la persona y la sociedad
con una interrelación clara y meridiana entre los tres actores, y lo que es más
importante, aquella marca o compañía que no entienda esta relación está
condenada a morir lenta y dolorosamente o lo que es peor, de forma rápida y sin
enterarse de por dónde ha venido el daño.
Humanizar la
marca, pensar en el consumidor, incrementar la experiencia, centrar la
innovación en las personas, ofrecer un grado de responsabilidad con el entorno,
el medio ambiente, el hábitat en el que nos movemos, ponerse en la piel del
consumidor, aportar un entorno empático, son aspectos base para generar valor
de marca y compañía.
Muchas
marcas todavía no lo han entendido y piensan que haciendo un entorno “friendly”
y “cool” ya lo es todo (pido perdón a Grey y su campaña para la RAE) o que
haciendo una estrategia de comunicación cercana y emocional ya lo tienen
logrado.
Poner al consumidor
en el centro de las decisiones del negocio es vital y es una tarea ardua y de
un esfuerzo enorme en cultura empresarial, en comunicación, en marketing
experiencial, en innovación y sobre todo en establecer ese vínculo relacional
especial que hace que una marca progrese adecuadamente y otras caigan en el más
absoluto de los olvidos.
- Entendiendo la importancia de la etnografía en todo el proceso, por fin recuperada después de años de ostracismo. La vivencia de la persona, el contacto real, la calle, el hogar, ese punto de salida más allá de modelizaciones con millones de datos.
- Generar “Personas” de forma constante, metodología que ofrezca una descripción completa del individuo en toda su extensión y contexto social, laboral, familiar, de inquietudes, de valores, de frustraciones, de miedos, de aspiraciones, etc.
- Construyendo “mapas de la empatía” que nos acerquen a la persona en todos los ángulos, ¿qué ve? ¿qué oye? ¿qué dice? ¿qué piensa?
En
definitiva, conocer a la persona como eje fundamental del negocio, no como mera
fachada, sino de forma efectiva, real y lo que es más importante, creíble.
Jordi Crespo
Jordi Crespo
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